miércoles, 11 de enero de 2012

Los cuatro acuerdos

Los Cuatro Acuerdos
Un libro de la Sabiduría Tolteca, de Miguel Ruiz

Conmovedor, manjar para el alma han resultado ser cada página de este libro en el que cuenta y enseña sobre la Sabiduría Tolteca. Quién decide ser un Maestro Tolteca debe tener la capacidad de desaprender lo aprendido para aprender lo esencial de la vida.
El autor devana el sueño universal para que cada uno tome la punta del ovillo y aprenda a tejer el suyo propio. Interesante manera de enseñar a darnos cuenta que somos un espejo donde los demás se miran y la importancia que tiene conocerse a uno mismo.
Ese sueño del que hablan los toltecas no es nada más que la idea de la felicidad que todo ser humano tiene y que a veces, o la mayor parte del tiempo,  dejamos atravesarnos por sueños inacabados o pesadillas ajenas.
Esa manera de atravesarnos nos ocurre desde pequeños con nuestras enseñanzas, los límites y los miedos que nos crean los adultos, que han recibido la misma lección. Es similar a la Cueva de Platón, dónde todos estaban atados dentro de ella y no sabían de la existencia del sol, hasta que los más atrevidos, los que se daban cuenta de sí mismos despertaban la inquietud y comenzaban a husmear, y a intentar romper las cadenas. La mayoría sentía el sufrimiento que le ocasionaban las cadenas al tironear de ellas, y volvían a su lugar, otros a pesar de los padecimientos las cortaban y descubrían la luz, ellos eran quienes después comenzaban a llevar el conocimiento del descubrimiento, algunos creían y hacían lo mismo, otros hasta hoy siguen en la cueva. Esa acción de estar atados es para los toltecas el ser domesticados. El ser domesticados es ser encadenados a ideas y creencias que no nos permiten ver, y llevar a la incomprensión de la vida; y como dice El Fausto, de Goethe, “Cuando uno encuentra lo bello en este mundo, lo llama locura o engaño”.
En esa domesticación el individuo acuerda con el otro o con él mismo posturas, actitudes, pensamientos, ideas que deben ser acorde a su entorno para ser aceptado y protegido, su instinto animal de supervivencia es superior a si mismo. Es ahí cuando comienza  a perderse.
Los toltecas descubrieron que para encontrarse, para ser feliz, liberarse de las cadenas era necesario romper acuerdos, romper con creencias impuestas y experimentar las propias, basadas pura y exclusivamente en el Amor. El Amor es el único nutriente apto para cualquier ser que piense y respire.  Cada uno de nosotros estamos capacitados para distinguir lo que realmente nos nutre o nos intoxica, sólo es aprender a desarrollar al máximo esa aptitud.
El consejo de estos Maestros fue hacer de la vida un cielo, un sueño personal en el paraíso. Romper viejos acuerdos es una tarea diaria para acordar con los nuevos, cada vez que se rompa uno de los nuevos, es preciso volver a pactarlo hasta que la costumbre y la repetición comienza a ser una mella en nuestro ser.

El primer acuerdo:
SÉ IMPECABLE CON TUS PALABRAS
Impecable es libre de pecado, palabras puras sin intención negativa, con una carga de amor producen magia tanto en el emisor como en el receptor.
Hablar de manera positiva, sin juzgar ni criticar, utilizar nuestra energía correctamente siendo conscientes que cada palabra “pecaminosa” se vuelca hacia nosotros.
Para hablar correctamente sólo es necesario utilizar como base la verdad, para ello es preciso conocernos sinceramente y corregir nuestros hábitos, romper acuerdos y liberarnos.
Cuando aprendamos hablar impecablemente la comunicación tanto externa como interna será en un ambiente de armonía, paz y felicidad.

El segundo acuerdo:
NO TE TOMES NADA PERSONALMENTE
Tomarnos lo que nos dicen los demás de manera personal es hacer caso a la opinión que tenemos de nosotros mismos, tanto buena como mala. Generalmente esa opinión que nosotros tenemos de la imagen que nos devuelve el espejo es sin lugar a dudas un conglomerado de elogios, adulaciones, críticas que nos han hecho;  es en realidad un mirarse con los ojos ajenos.
Dejar de mirarse con ojos ajenos es romper un acuerdo y basar la opinión propia en lo que nuestro cuerpo, espíritu y alma manifiestan, es sincerarse, perder los miedos de ser uno mismo y confiar en si mismo.
Cuando logremos acordar con esto confiaremos en nosotros mismos y seremos absolutamente responsables, lo que hará que sea lo verdadero y como tal no dará cabida a los reproches propios o ajenos.

El tercer acuerdo:
NO HAGAS SUPOSICIONES
Hacer suposiciones es jugar peligrosamente con nuestra imaginación, porque sacamos conclusiones según nuestro modo de ver y sentir y no tenemos encuentra el ver y sentir del otro.
Lo acertado sería que ante determinada situación en lugar de redactar una teoría sobre ella dejar que la cosa sea simplemente y aprender a preguntar lo que no entendemos. Esto hará que no ingresemos al mundo de las fantasías porque no podremos ver la realidad.

El cuarto acuerdo:
HAZ SIEMPRE LO MÁXIMO QUE PUEDAS
El objetivo de este acuerdo es vivir en plenitud, para tan magna meta sólo se necesita hacer, disfrutar de lo que se hace, ser consciente de ello, y saber que cuando se está haciendo se está acorde a la circunstancia personal. Siempre hacer el máximo, ni más ni menos,  es llegar al límite de nuestra capacidad como agotando las energías que están destinadas a esa acción sin utilizar energías para otra tarea o dejar reservas por si las dudas. Logrando esta habilidad nada resultará carga, peso, motivo de auto-reproches, insatisfacción. Será la manera de dejar de juzgarse.

Tarea bastante complicada esta de romper acuerdos y convenir con las ideas toltecas, no imposible es sólo cuestión de repetirlos porque eso hará que caminemos hacia la libertad. La libertad que buscamos, es esa que sabemos que está, es el libre albedrío que Dios nos selló en la frente y en el corazón cuando nacimos.  Si nos analizamos un poco nos daremos cuenta que siempre estamos conformando a los demás, y en ese conformar nos constituimos como persona, nos genera conflictos eternos esta postura porque no estamos respetando ni siendo responsable de nuestra libertad. No existe la libertad absoluta, sólo si se es consciente de que estamos esclavizados y queremos desligarnos de las ataduras (reconocer cuál es el problema para poder resolverlo), esa libertad es netamente interna, es estar libre de heridas, del pasado revivido constantemente en el presente, y del veneno emocional que nos han inyectado y nos hemos inyectado en el mundo de nuestras ideas, sueños, creencias llámese de cualquier forma.
Para cambiar, modificarnos, ser auténticos, felices, los toltecas proponen romper viejos acuerdos, no creer que uno es superior a otro ni peor, es elegir vivir en el cielo.
Serán Maestros para los toltecas quienes sean realmente consciente de quienes son y reconozcan sus propias posibilidades, a ellos le llaman Maestros de la Conciencia; quienes dejen de ser domesticados y auto-domesticado y pueda vivir en la verdad será el Maestro de la Transformación y la última maestría es la del Intento, el intento es Vida, y la Vida es el Amor. El Intento es pujar para que algo se haga posible.
De qué manera se recibirá uno de maestro? Practicando, enfrentando a nuestros miedos uno a uno; dejar de alimentarlos o bien viviendo el segundo de vida como si fuese el último.
Para enfrentar los miedos es poner en práctica el arte de la transformación,  eligiendo en qué creer y en qué no creer y centrar la atención en lo que realmente se quiere cambiar. Para dejar de alimentar a ese parásito que son nuestro Juez y Víctima que siempre están en guerra dentro de nosotros, es pensar en convertirse en guerrero, un guerrero controla su comportamiento. Diciendo la verdad, curando heridas, perdonando porque sentimos Amor incondicional descubierto en la práctica de los Cuatro Acuerdos y que aún no nos dimos cuenta de qué se trata, refrenando las emociones para que se liberen en el momento justo ni antes ni después, es una manera de controlar el comportamiento. Entonces un guerrero es aquel que tiene un control absoluto sobre sus emociones. Y por último y la práctica más osada es la Iniciación a la Muerte, el ángel de la muerte a los toltecas les enseñó a vivir como si fuese el último día, expresar los sentimientos puros y de amor hacia quienes realmente lo sentimos, permanecer despiertos, disfrutar cada instante. Para aprender esto es preciso resucitar porque en esa muerte se muere el famoso parásito que nos atonta la vida. Un gesto simple para llevar a cabo esta experiencia es la gratitud.
Quienes logren experimentar los Cuatro Acuerdos vivirán plenos, felices e irradiarán Amor porque no nacimos para sufrir, alguien nos lo hizo creer.

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