lunes, 21 de noviembre de 2011

El poder de la palabra escrita

EL PODER DE LA PALABRA ESCRITA

La palabra, como seres lingüísticos que somos, genera ser. Es decir, como dice Echeverría, cada vez que hablamos bien o mal, algo se modifica.
Las palabras dichas varían en el espacio, quien las recibe las interpreta acorde al tono con el que fue dicha, con qué gesto fue acompañada, con el trasfondo propio de quien las escucha, con la intención oculta de quién las dice.
Las interpretaciones bien o mal hechas generan armonía o desorden, cada uno amolda lo que escucha según sus intereses y necesidades.
Las palabras emitidas, tanto como las omitidas, se modifican en el espacio, se volatilizan, se olvidan, y si se recuerdan no se recuerdan con la misma fuerza.
En cambio la palabra escrita queda sellada, se perpetúa y trasciende.
La palabra escrita cambió la historia del pensamiento, cambió la visión del hombre, cambió la cultura, modificó valores, modificó historias de países enteros, destruyó, mató, generó, dio vida, inventó, se actualizó. Desde la escritura comenzaron a generarse ideas nuevas, a poder estudiar, profundizar lo dicho, refutar, opinar, ir más allá de lo que la palabra decía. Entonces generó revelaciones, se comprendieron mensajes antiguos de culturas antiguas;  modificó- creo, se me ocurre- hasta la velocidad del tiempo.
Si traducimos esta idea a dos fines prácticos, postulamos que para modificar profundamente una emoción que nos perturba, una situación que no sabemos resolver, es importante escribirla, es substancial escribir cuánto se siente, cuánto se deja de sentir, qué se está haciendo, qué no se está haciendo. Esto lleva a tener un registro del presente. Si dejamos en la simple idea, visualización, pensamiento, la cosa trasmuta en el aire y se crea un meollo de ideas. En cambio transferirlas al papel hace que tome una realidad implacable, a través de la escritura se conectan la mente, el corazón, el espíritu. Nadie hay que nos mire mientras sentimos lo que escribimos. He aquí una buena razón para volcar en un papel hasta la más insidiosa de las acciones que no cometemos por vergüenza, por cultura, por los deberíamos o no deberíamos.
Revisar nuestra propia escritura nos devuelve nuestra propia mirada, es una manera práctica, saludable, confiable de poder mirarnos con ojos propios. Considero que el mayor de los problemas del hombre es la mirada del otro. No tenemos que usar un espejo para mirarnos, sino un simple papel.
También se postula, según la fuerza de la palabra escrita, que haciendo la lista de los deseos: qué quiero, qué necesito, qué tengo que modificar, descubrimos lo que queremos realmente. La mente es nuestra mayor traidora, si hoy nos sentimos muy feliz seguro que la mente está buscando algo para dejar ese estado. Entonces, una posible manera que recordemos lo que realmente queremos, sin boicotearnos, es mediante el listado escrito de lo que deseamos. Lo revisamos cada tres o cuatro meses, vamos tachando lo que logramos, y viendo que una vez que lo plasmamos en el papel, algo en nosotros pudo soltar y dejar fluir y no nos pudimos seguir engañando.
 

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